Mark Shock y Tom Nikolieboom buscaban el almacén de los Pantera.
-Maldita sea Vejete. ¿Ahora que estamos buscando?-
-Llevamos tres días buscando un objeto en particular que nos puede venir bien para la misión.- contestó Tom, rizándose el bigote.-Hoy toca el almacén.-
-Yo que pensaba que toda esta búsqueda y el evitar a los mafiosos era parte de una prueba de ingreso.-dijo Mark mosqueado.
-¿Prueba de ingreso? Para ser un Pantera solo tienes que hablar con uno de ellos y él te traerá aquí.- rió Tom.- ¿QUÉÉÉ? Eso es lo que iba a hacer yo. ¿Tan fácil?- se sorprendió Mark.- Claro, aunque solo la mitad lo soportan o sobreviven, si tienes suerte nunca te tocará ir más allá de simples recados, pero a algunos pueden enviarles a luchar fuera.-replicó el viejo. Caminaban por pasillos color salmón dejando atrás puertas ya revisadas. Si avanzaban un poco más, según sus cálculos, llegarían a una sala con ascensores, y en una esquina de la misma, estaba la entrada al almacén, todo en el primer piso del castillo. De pronto un Pantera dobló la esquina y la pareja se metió rápidamente en una sombra de la pared, desapareciendo. Cuando pasó el mafioso, se asomaron y al ver que se iba, salieron, y siguieron caminando.
-Por cierto vejete, ¿qué te importa a ti lo que le pase a esta mafia? Aunque sea un pilar importante de este país, avísales y ya está, pase lo que pase, ellos son los que se tienen que encargar. Yo lo haría si me hubieras dejado alistarme.- Y lo miró hinchando los carrillos. –Me importa porque mi deber es proteger a la gente que quiero.- Mark no comprendió, y el rostro de Tom se tornó triste por un momento.
Los dos caminaban en silencio expectantes por precaución. Nadie que no fuera un miembro de la mafia podía penetrar los alrededores del castillo porque estaba protegido por una capa reflectora, creada por una gema especial de color esmeralda, oculta. Mark no se estaba enterando de la magnitud que podían abarcar las palabras de Tom, y pensaba simplemente en que salvar a los Pantera implicaba que siguieran existiendo, y eso a su vez implicaba que podría unirse a ellos. La pareja, después de doblar varias esquinas, llegó a un largo pasillo, a sus espaldas había una ventana que daba a un pequeño patio interior. El pasillo tenía unas pocas puertas estampadas a los lados, cada una de un color diferente. Estas se abrieron sin previo aviso, todas a la vez, y unos treinta Pantera quedaron frente a Mark y Tom, inmóviles. La sorpresa y el pavor quedaron reflejados en ambas partes.
-Maldita sea Vejete. ¿Ahora que estamos buscando?-
-Llevamos tres días buscando un objeto en particular que nos puede venir bien para la misión.- contestó Tom, rizándose el bigote.-Hoy toca el almacén.-
-Yo que pensaba que toda esta búsqueda y el evitar a los mafiosos era parte de una prueba de ingreso.-dijo Mark mosqueado.
-¿Prueba de ingreso? Para ser un Pantera solo tienes que hablar con uno de ellos y él te traerá aquí.- rió Tom.- ¿QUÉÉÉ? Eso es lo que iba a hacer yo. ¿Tan fácil?- se sorprendió Mark.- Claro, aunque solo la mitad lo soportan o sobreviven, si tienes suerte nunca te tocará ir más allá de simples recados, pero a algunos pueden enviarles a luchar fuera.-replicó el viejo. Caminaban por pasillos color salmón dejando atrás puertas ya revisadas. Si avanzaban un poco más, según sus cálculos, llegarían a una sala con ascensores, y en una esquina de la misma, estaba la entrada al almacén, todo en el primer piso del castillo. De pronto un Pantera dobló la esquina y la pareja se metió rápidamente en una sombra de la pared, desapareciendo. Cuando pasó el mafioso, se asomaron y al ver que se iba, salieron, y siguieron caminando.
-Por cierto vejete, ¿qué te importa a ti lo que le pase a esta mafia? Aunque sea un pilar importante de este país, avísales y ya está, pase lo que pase, ellos son los que se tienen que encargar. Yo lo haría si me hubieras dejado alistarme.- Y lo miró hinchando los carrillos. –Me importa porque mi deber es proteger a la gente que quiero.- Mark no comprendió, y el rostro de Tom se tornó triste por un momento.
Los dos caminaban en silencio expectantes por precaución. Nadie que no fuera un miembro de la mafia podía penetrar los alrededores del castillo porque estaba protegido por una capa reflectora, creada por una gema especial de color esmeralda, oculta. Mark no se estaba enterando de la magnitud que podían abarcar las palabras de Tom, y pensaba simplemente en que salvar a los Pantera implicaba que siguieran existiendo, y eso a su vez implicaba que podría unirse a ellos. La pareja, después de doblar varias esquinas, llegó a un largo pasillo, a sus espaldas había una ventana que daba a un pequeño patio interior. El pasillo tenía unas pocas puertas estampadas a los lados, cada una de un color diferente. Estas se abrieron sin previo aviso, todas a la vez, y unos treinta Pantera quedaron frente a Mark y Tom, inmóviles. La sorpresa y el pavor quedaron reflejados en ambas partes.
***
El patio interior que Mark y Tom ni siquiera habían mirado, estaba coronado en el centro por una pequeña pero detallada fuente cristalina, rodeada de mármol pavimentado, donde solo crecía la hierba en los bordes donde nacía la pared. El patio parecía ser un misterioso agujero entre cuatro edificios, que, en el fondo, eran uno solo. No más grande que una plaza de pueblo, accesible únicamente por un puente bajo de piedra entre dos de esos supuestos edificios. En un tercer piso que también daba a este patio, completamente adaptado al ocio, Guslinger practicaba diana con sus cuchillos en una pequeña tabla de madera, al otro lado de la habitación. Varios Pantera jugaban a cartas y bebían, mientras otros iban de aquí para allá con sus quehaceres. Era un lugar casi vacío como muchos otros en el inmenso castillo, donde grupos de miembros amigos hacían vida en los momentos de descanso, un lugar perfecto para El Hombre donde pasar una mañana pesada. No recordaba que era el lugar favorito de Gus. El Hombre entró con paso lento y mirando a Gus de vez en cuando, quien tenía puestos sus ojos en él sin dejar de lanzar cuchillos. Algunos pasaron rozando la cabeza del Hombre al cruzar la línea de tiro sin que la situación cambiara lo más mínimo. Acto seguido se sentó unas mesas más allá del Purasangre.
-No estarás evitando al Jefe, ¿verdad?- dijo Guslinger rompiendo el hielo.
-Solo quiero retrasar todo lo que pueda el tener que revivir la muerte de mis compañeros.- Gus lo miró con una sonrisa maliciosa.-Thorn ha ido por mi.- El Hombre miraba por la ventana. Guslinger era el Purasangre más rebelde. Vestía un abrigo largo de cuero negro que le llegaba a los tobillos, lleno de cinturones cortos que le salían de las costuras. Debajo del abrigo abierto Gus combinaba blanco y negro en un conjunto extraño de ropa ligera. Se tapaba la cabeza con un pañuelo negro, y las manos con un par de mitones. Éste cogió una silla y se sentó enfrente del Hombre holgadamente, levantando ligeramente el mentón.
-Yo ya he ido a hablar con el Jefe, ¿sabes? Y no me ha gustado nada lo que me ha dicho. ¿Tú estabas en el campo de entrenamiento, no?- preguntó el Purasangre. El Hombre ya conocía a Guslinger aunque hubiera llegado de los últimos. Sabía a donde quería llegar.
-Mira, a mí no me importa lo que ocurriera- continuó- pero si tienes algo que contarme…-
Aún no sabía si él conocía la verdadera situación como Donna, así que calló.
-Me estás sacando de quicio, listillo.- dijo levantándose bruscamente de la silla.
-No sé qué te habrá contado el Jefe. Así que cuando yo hable con él, tendré las respuestas que buscas.-contestó El Hombre.
-¡¿Estás insinuando que no se me cuentan las cosas?!- se enfadó Gus.
-¡¡Intrusooooooooooooooooooooooooooooooooooooooos!!-
El grito se oyó claramente y lo dejó todo en silencio. Los dos Purasangres miraron por la ventana y lo vieron. Un viejo con forma de pelota caía libremente desde un primer piso, acompañado de los cristales que había roto en el salto. Se sujetaba el sombrero con una mano, y con la otra, arrastraba de las solapas a un chico rubio. Ese chico. Le sonaba. Asomados a la ventana un grupo numeroso de Panteras gritaban pidiendo refuerzos mientras algunos bajaban a toda prisa las escaleras. La pareja de intrusos aterrizó. Algunos Pantera resbalaron ventana abajo por los empujones generados por la confusión. Mark y Tom empezaron a correr hacia el arco del puente. Gus se dirigió rápidamente al alfeizar de la ventana y la abrió, pero una mano se le interpuso.
-Yo iré.- sentenció El Hombre. Y saltó al patio desde el tercer piso, posándose sobre la pequeña escultura de la fuente en forma de pantera, y de ahí al puente, cruzándolo por encima mientras los intrusos lo hacían por abajo. Los tres salieron al descampado más grande de todo el castillo. El Hombre cayó unos metros por delante de la atónita pareja después de un perfecto salto con voltereta. Volvían a encontrarse. Silencio. Las hojas rozaban el suelo frente a la ligera brisa y el cabello de los presentes se elevaba.
-¡Tú!- gritó El Hombre señalando a Mark.- ¿Qué hacías en el campo de entrenamiento? Te vi allí al salir. ¿¡Vosotros sois los responsables!?-
-Mierda vejete. ¿Qué hacemos? Nos han pillado.- Mark miraba a uno y otro. Tom se había quedado petrificado, y no reaccionaba.
-Joder abuelo, tú has dicho que los Pantera corren peligro. Contémoselo.-
-No Mark. Lo haremos solos, por seguridad. Si nos cogieran no tendríamos tiempo.-contestó Tom. –No lo entiendo.- siguió Mark.
El Hombre lo oyó todo sin dar crédito. ¿Peligro? ¿Qué estaba pasando? ¿Formaba parte del atentado?
En ese momento Gus apareció en el cielo por el mismo sitio donde segundos antes lo había hecho El Hombre.
-Vejete reacciona. La sombra, rápido, métenos en la sombra.- Tom despertó de su ensimismamiento en el último segundo y rodeó a Mark con la capa. Desaparecieron en el instante en el que Gus lanzaba tres cuchillos que acabaron clavados en la hierba. Los dos Purasangre se miraron. De todas partes llegaron miembros alertados preguntando qué había pasado. El Hombre se ofreció para informar al Jefe, ya que de todas formas tenía que ir a hablar con él. La desconfianza de Guslinger se notaba en el ambiente, y El Hombre se preguntaba cada vez más qué era eso que el Jefe les estaba contando a todos.
***
La sala de archivos ocupaba una gran superficie del segundo piso. Toda la documentación anterior a la guerra estaba restringida, pero la contabilidad, los perfiles de los miembros, y una gran suma de datos estaban a disposición de cualquier Pantera con ganas de respirar polvo. Algunos de estos últimos pasaban las hojas en silencio, aliviados por la tranquilidad del lugar. Varias estanterías fueron destrozadas y un hombre chocó contra la pared de repente. Ese hombre segundos antes se había insinuado de una forma descarada a Belladonna ante la mirada atónita y burlona de sus compañeros. Eran novatos. El puñetazo de Donna había arrasado todo a su paso. Los compañeros de ese pobre desgraciado se habían quedado alucinados por el poder de la Purasangre. Su brazo se había estirado llevando a su víctima a empotrarse. La extremidad estirada despertó la curiosidad de un segundo descerebrado que la tocó como si se tratara de un gusano. La mano apareció tras él sin que se enterara y le tocó el hombro, éste se giró y recibió un puñetazo peor que el de su compañero. Donna estaba cabreadísima, pero nada tenían que ver esos estúpidos. Recogió su brazo en forma de muelle, situándose ella en el centro mismo.
-Largo- Los que estaban en pie y los que estaban leyendo huyeron despavoridos.
Nada de lo que le había dicho el Jefe podía ser verdad. No podía aceptarlo. Cerró los ojos, y una lágrima resbaló por su blanca mejilla.
-No estarás evitando al Jefe, ¿verdad?- dijo Guslinger rompiendo el hielo.
-Solo quiero retrasar todo lo que pueda el tener que revivir la muerte de mis compañeros.- Gus lo miró con una sonrisa maliciosa.-Thorn ha ido por mi.- El Hombre miraba por la ventana. Guslinger era el Purasangre más rebelde. Vestía un abrigo largo de cuero negro que le llegaba a los tobillos, lleno de cinturones cortos que le salían de las costuras. Debajo del abrigo abierto Gus combinaba blanco y negro en un conjunto extraño de ropa ligera. Se tapaba la cabeza con un pañuelo negro, y las manos con un par de mitones. Éste cogió una silla y se sentó enfrente del Hombre holgadamente, levantando ligeramente el mentón.
-Yo ya he ido a hablar con el Jefe, ¿sabes? Y no me ha gustado nada lo que me ha dicho. ¿Tú estabas en el campo de entrenamiento, no?- preguntó el Purasangre. El Hombre ya conocía a Guslinger aunque hubiera llegado de los últimos. Sabía a donde quería llegar.
-Mira, a mí no me importa lo que ocurriera- continuó- pero si tienes algo que contarme…-
Aún no sabía si él conocía la verdadera situación como Donna, así que calló.
-Me estás sacando de quicio, listillo.- dijo levantándose bruscamente de la silla.
-No sé qué te habrá contado el Jefe. Así que cuando yo hable con él, tendré las respuestas que buscas.-contestó El Hombre.
-¡¿Estás insinuando que no se me cuentan las cosas?!- se enfadó Gus.
-¡¡Intrusooooooooooooooooooooooooooooooooooooooos!!-
El grito se oyó claramente y lo dejó todo en silencio. Los dos Purasangres miraron por la ventana y lo vieron. Un viejo con forma de pelota caía libremente desde un primer piso, acompañado de los cristales que había roto en el salto. Se sujetaba el sombrero con una mano, y con la otra, arrastraba de las solapas a un chico rubio. Ese chico. Le sonaba. Asomados a la ventana un grupo numeroso de Panteras gritaban pidiendo refuerzos mientras algunos bajaban a toda prisa las escaleras. La pareja de intrusos aterrizó. Algunos Pantera resbalaron ventana abajo por los empujones generados por la confusión. Mark y Tom empezaron a correr hacia el arco del puente. Gus se dirigió rápidamente al alfeizar de la ventana y la abrió, pero una mano se le interpuso.
-Yo iré.- sentenció El Hombre. Y saltó al patio desde el tercer piso, posándose sobre la pequeña escultura de la fuente en forma de pantera, y de ahí al puente, cruzándolo por encima mientras los intrusos lo hacían por abajo. Los tres salieron al descampado más grande de todo el castillo. El Hombre cayó unos metros por delante de la atónita pareja después de un perfecto salto con voltereta. Volvían a encontrarse. Silencio. Las hojas rozaban el suelo frente a la ligera brisa y el cabello de los presentes se elevaba.
-¡Tú!- gritó El Hombre señalando a Mark.- ¿Qué hacías en el campo de entrenamiento? Te vi allí al salir. ¿¡Vosotros sois los responsables!?-
-Mierda vejete. ¿Qué hacemos? Nos han pillado.- Mark miraba a uno y otro. Tom se había quedado petrificado, y no reaccionaba.
-Joder abuelo, tú has dicho que los Pantera corren peligro. Contémoselo.-
-No Mark. Lo haremos solos, por seguridad. Si nos cogieran no tendríamos tiempo.-contestó Tom. –No lo entiendo.- siguió Mark.
El Hombre lo oyó todo sin dar crédito. ¿Peligro? ¿Qué estaba pasando? ¿Formaba parte del atentado?
En ese momento Gus apareció en el cielo por el mismo sitio donde segundos antes lo había hecho El Hombre.
-Vejete reacciona. La sombra, rápido, métenos en la sombra.- Tom despertó de su ensimismamiento en el último segundo y rodeó a Mark con la capa. Desaparecieron en el instante en el que Gus lanzaba tres cuchillos que acabaron clavados en la hierba. Los dos Purasangre se miraron. De todas partes llegaron miembros alertados preguntando qué había pasado. El Hombre se ofreció para informar al Jefe, ya que de todas formas tenía que ir a hablar con él. La desconfianza de Guslinger se notaba en el ambiente, y El Hombre se preguntaba cada vez más qué era eso que el Jefe les estaba contando a todos.
***
La sala de archivos ocupaba una gran superficie del segundo piso. Toda la documentación anterior a la guerra estaba restringida, pero la contabilidad, los perfiles de los miembros, y una gran suma de datos estaban a disposición de cualquier Pantera con ganas de respirar polvo. Algunos de estos últimos pasaban las hojas en silencio, aliviados por la tranquilidad del lugar. Varias estanterías fueron destrozadas y un hombre chocó contra la pared de repente. Ese hombre segundos antes se había insinuado de una forma descarada a Belladonna ante la mirada atónita y burlona de sus compañeros. Eran novatos. El puñetazo de Donna había arrasado todo a su paso. Los compañeros de ese pobre desgraciado se habían quedado alucinados por el poder de la Purasangre. Su brazo se había estirado llevando a su víctima a empotrarse. La extremidad estirada despertó la curiosidad de un segundo descerebrado que la tocó como si se tratara de un gusano. La mano apareció tras él sin que se enterara y le tocó el hombro, éste se giró y recibió un puñetazo peor que el de su compañero. Donna estaba cabreadísima, pero nada tenían que ver esos estúpidos. Recogió su brazo en forma de muelle, situándose ella en el centro mismo.
-Largo- Los que estaban en pie y los que estaban leyendo huyeron despavoridos.
Nada de lo que le había dicho el Jefe podía ser verdad. No podía aceptarlo. Cerró los ojos, y una lágrima resbaló por su blanca mejilla.
5 comentarios:
Leido!!
Ha! Detecto cierto toque de one pice.... eso de que la mano se alargue... jajaja
Como buena seguidora q soi, capitulo nuevo leido! =)
y si, tiene razon parece q te ayas inspirado un poco en one piece! XD
malditos seais... XD
todo llegara i vereis k no es asi XD
jjajaj viviremos de la intriga tranqilo! XD
todo llegara he?
va!! publica el nuevo k es viernes!! xD
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