viernes, 5 de febrero de 2010
Capítulo 4. Encuentro.
La sangre derramada fluía en la atmósfera mientras los dos oponentes cruzaban sus
afiladas miradas. El gordo, humillado porque era la primera vez que tenía la necesidad
de permanecer en el suelo, no cesaba de lanzar insultos al aire moviendo alocadamente los brazos, fuera de sus casillas.
-¡¡¡Yappiiii!!! ¡Ni se te ocurra perder maldito portador!-
Los “Pantera” vencidos daban al Hombre el último soplo de energía que necesitaba para mantenerse en pie, pero no estaba seguro de que eso fuera suficiente.
El enemigo no parecía estar muy contento con su nueva misión. Hacía tiempo que no luchaba.
-Después de todo este espectáculo no creo que deba decirte mucho más de lo que ya has oído.- Se quitó la camiseta naranja que llevaba y sacó un par de sais de sus pantalones rojos. El Hombre se apoyaba exhausto en su bô, su mente no conseguía procesar mucha información, pero mantenía el instinto y los reflejos.
Sin más preámbulos, esta terrorífica declaración de guerra siguió, con una primera arremetida de Yappi. El pelirrojo fue directo a clavar sus sais en el pecho del Hombre sin vacilar, y éste movió el bô para alejarlos, pero no pudo evitar un corte profundo en el abdomen. Las chispas que siguieron estallaban en la retina de los combatientes, producidas por el choque de los metales. El Hombre necesitaba deshacerse de las armas de su nuevo enemigo, y la única forma que se le ocurría era insertar el bô en uno de los dos huecos que presentaban los sais, y arrebatárselos de un golpe, pero no iba a ser nada fácil. Las embestidas de Yappi hacían retroceder al Pantera demasiado, pero no podía perder. Sus compañeros estaban en el suelo y él solo tenía que vencer al último oponente. Se armó de valor, y partió el bô en dos para poder luchar con sus dos manos. El ambiente se estaba caldeando. La temperatura del lugar subía por momentos. El Hombre consiguió realizar su estrategia después de unos cuantos golpes y cortes, y con un giro de muñeca lanzó el sai por los aires. Solo quedaba uno. El sudor resbalaba por la piel de los presentes. Estaba recobrando el espíritu de batalla poco a poco, pero aún no había conseguido golpear al pelirrojo. Unió sus dos bô y creó una lanza que dirigió hacia Yappi. Éste no tuvo más remedio que interceptarla con su sai. El Hombre sonrió, e hizo girar su muñeca de nuevo. Hacía mucho calor. El aire ondeaba y la tierra del lugar tragó la punta de la lanza del Hombre sin dificultad. Yappi sonrió. El Hombre quiso reaccionar, desarmado, pero su enemigo fue más rápido, y el sai probó la carne del enemigo, besando la clavícula y suspirando por el corazón. No sangró. La herida se había cauterizado en el mismo instante en que se hizo. El vapor emergía sin piedad y el calor extremo que había surgido de repente impregnaba el aire. El Hombre, con sus últimas energías, consiguió sujetar el sai, y la piel se le adhirió a él, ya que ardía.
-Bastardos insensatos, no os saldréis con la vuestra.-
-Creo que no estás en posición de soltar amenazas.- Al decir esto, Yappi pateó fuertemente el estómago del Hombre, pero éste no soltó el sai. El pelirrojo arqueó una ceja, y acto seguido volvió a patear al Pantera. Seguía agarrado. Yappi hizo una mueca de rabia y empezó a patear sin descanso al Hombre mientras gritaba.
-Suelta maldito insecto, déjame en paz. Admite la derrota estúpido. ¡¡Suelta!!.-
De pronto, el pie de Yappi se incendió y golpeó con tanta fuerza el cuerpo del Hombre que éste salió disparado sin remedio, casi inconsciente. Todo alrededor cayó devorado por las llamas del ataque. Yappi fue caminando hacia donde había caído su enemigo lentamente, mientras jugaba con tres mecheros en su mano derecha.
-Creía que había quedado claro cuál era tu sitio en esta batalla. ¡Sentarte y observar como los hermanos Pindell os aniquilaban a todos! ¿Pero no podíais admitir vuestro papel, verdad? Os creéis superiores por pertenecer a una mafia, pero no sois capaces de hacer frente ni a un simple portador.-
Con cada palabra que pronunciaba, la bola de fuego flotante que había aparecido en su cabeza iba creciendo más y más, candente y amenazadora. El Hombre veía su fin cada vez más cerca. Respiraba con dificultad a causa del vapor y las quemaduras le escocían.
-En fin, todo eso ya no importa, porque tu muerte pondrá fin a la misión.-
Levantó el brazo mostrando el pequeño sol que se había formado. La luz naranja bañaba la vista, y sin esperar un segundo más, Yappi sonrió y bajó el brazo como una guillotina sentenciando al Hombre. Iba a morir calcinado. Pero el ataque nunca se realizó. Pareció un sueño en la imaginación de Yappi. El Hombre solo podía esperar. El rostro del enemigo se estaba contorsionando, y su cuerpo empezaba a arquearse. La desaparecida bola de fuego había dejado tras de sí únicamente humo. A su lado Gin mantenía la posición, con la katana levantada y sombría expresión.
-No merecéis más.- sentenció.
Y en ese momento el suelo se abrió bajo los pies del pelirrojo al mismo momento que éste se elevaba en el aire completamente derrotado, medio muerto. Su grito llenó la noche. El corte del espadachín había dejado un vacío en el espacio que les ofreció la victoria. El cuerpo de Yappi cayó a tierra, y Gin ayudó al Hombre a levantarse, sonriendo.
Pero aún quedaba una última cosa por hacer.
-¡¡E…E…Esperad!!- El gordo balbuceaba ante la tenebrosa mirada de ambos Pantera.
-¡ESPERAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAD!.
***
Los edificios estaban anclados ferozmente en la oscura noche, tan altos que los pocos destellos de la luna no llegaban al suelo. Calles estrechas surcaban las grietas de la ciudad, y la incertidumbre se apoderaba de la mente del único transeúnte.
Mark Shock se había perdido. Otra vez.
-Maldita sea. A este paso nunca llegaré a ninguna parte.-
Estaba un poco molesto pero seguía caminando sin prisa, despreocupado. Sus sandalias rozaban el suelo, causando el único ruido del lugar, progresivamente ahogado por un creciente alboroto cercano. Era lo primero que le llamaba la atención en horas, así que se acercó. Siguió el escándalo hasta que llegó al final de un callejón. El alboroto era mayor de lo que esperaba. Seguro que alguien sabía dónde estaba el campo de entrenamiento de los Pantera, y no dudó en preguntar, pero todo el mundo estaba gritando palabras que no acababan de cuajar en el aire. La gente rodeaba una valla metálica bastante alta.
-Esto es inadmisible. Estoy harto de tanto jaleo siempre por culpa de estas mafias absurdas.- los comentarios no cesaban.
-¿Pero qué demonios ha pasado?-
-Desde que pusieron este campo de entrenamiento aquí no hay quien viva tranquilo.-
¿Campo de entrenamiento? Pensó Mark. Por fin lo había encontrado, pero algo andaba mal. Intentó pasar entre los vecinos, pero solo pudo ver que a la derecha se alzaban más edificios, contrastando con los árboles que se vislumbraban al fondo y a la izquierda de las vallas. Era su oportunidad para hablar con un miembro y decirle que quería ser uno de ellos, pero no podía pasar. La gente estaba demasiado agitada.
En ese mismo momento, varias personas empezaron a salir del recinto. Los vecinos se agitaron más y muchos empujaban para hacer un pasillo por donde pudieran irse los recién llegados. Eran Pantera. La cara de Mark cambió por completo. No tenía más oportunidad que ésta, y empezó a empujar con más fuerza, acercándose un poco al pasillo formado por la gente. Una docena de guardaespaldas se abrían paso entre la multitud, rodeando a un hombre lleno de vendas y heridas, entre las que emanaban furia, poder y tristeza. Todos empezaron a alejarse, haciendo retroceder a Mark, que no paraba de avanzar. Estaba a punto de conseguirlo, y en ese momento El Hombre y él intercambiaron la mirada más fría y poderosa que nadie hubiera imaginado jamás. Penetrante y demoledora, furiosa. La mano de un guardaespaldas puso fin a esta situación golpeando la cara de Mark y lanzándole fuera del gentío. Desconcertado y decidido, se levantó con la intención de electrocutar a todo el mundo para hablar con ese Pantera cuando oyó un grito que le detuvo en seco.
-¡ALTO!- la voz provenía de atrás.
Mark estaba en el suelo y giró la cabeza para descubrir al que le había frenado.
Era un abuelo alto y grande, que mediría dos metros por lo menos. Vestía unos ajustados pantalones morados y una camiseta negra, cubierta por una gran capa del mismo color. Sus zapatos redondos mostraban unos pies pequeños, y tenía un largo y fino bigote blanco horizontal que casi le llegaba a la altura de los hombros. Un sombrero de copa ocultaba su calva, y su rostro carecía de arruga alguna. Se erizaba el bigote con el dedo. Era redondo como una pelota.
-¿Quién demonios eres tú, vejete?-
Pasaron unos segundos antes de que contestara. Esperando en secreto a que El Hombre se fuera.
-Yo… soy…un Pantera-
4 comentarios:
Muy bonito, jeje.
Por cierto cuando dices tridentes te refieres a Sais, verdad?
http://www.watsonsfamilykarate.com/images/saisSm.jpg
;D
Y te recuerdo que mi blog es este:
http://medivec.blogspot.com/
jeje =)
Muy bueno, si señor! ^^
Cuando sale el siguiente capítulo?
Ey, ya stas en mi lista de blogs :D
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