Hora de escapar

Unete a la Mafia

Los Pantera evacuan el castillo por orden del Jefe. Ahora los Purasangre persiguen a los enemigos. Se acerca el fin.

sábado, 30 de enero de 2010

Capítulo 3. Nethuns.


Nunca antes en estos cinco años de reestructuración social por parte de las mafias se había vuelto a pensar en guerra desde la división del año cero hacía dos años y medio, cuando se decidió mantener la paz entre bandas legales. Ahora, El Hombre se encontraba solo ante un atentado explícito. Dragón no mostraba tener intención de ayudarles, y el gordo que estaba sentado sobre el anda que aún aguantaban dos portadores no parecía contento con la muerte de sus dos súbditos a manos de Gin. El Smoke wall seguía disipándose, pero la situación era clara para las dos partes. Uno contra dos, ya que estaba claro que el que daba las órdenes no parecía estar preparado para la lucha, y aunque El Hombre perteneciera a los Diez Purasangre de los “Pantera” no estaba seguro de vencer si estos enemigos habían sido enviados con el único fin de asesinar a sus camaradas.
-¡Ya no puedes pararlo!- El gordo intentaba reducir la moral de El Hombre para apaciguar su furia. Habían matado a los hermanos Pindell y ahora tendría problemas con su superior si no acababa la misión satisfactoriamente.
-¡Nethuns!- Los trozos de carne y los escupitajos que salían de su boca furiosa se evaporaban al instante, y no dejó de pronunciar infamias mientras el portador trasero soltaba el anda y aparecía de entre las sombras. Ahora mismo solo un hombre aguantaba semejante peso, como si nada. Poco a poco se fue contorneando la silueta del nuevo adversario en las suaves curvas de la noche, hasta que se postró a unos metros de El Hombre, único “Pantera” en pie.
-Por favor, llámeme Neth- apuntó tranquilo -No tengo intención de enfrentarme a ti - dijo dirigiéndose a Dragón – ya que mi único objetivo es matar a este individuo trajeado y volver a mi emocionante rutina, después de completar la misión-.
Nethuns parecía tener sobre la veintena, como El Hombre, y vestía deportivas azules y vaqueros oscuros. Una camisa de botones color cielo terminaba de acentuar la estilística del sujeto. Lo más extraño era su pelo alzado, punzante desde el flequillo hasta la nuca, de color azul oscuro, y su barba de varios días, del mismo color.
-Empecemos- Neth sacó unos puños americanos que se colocó en ambas manos y se abalanzó veloz en un ataque frontal. El Hombre no pudo más que sacar de la manga derecha un puñado de tubos de metal que unió formando un bô para bloquear el puñetazo de Nethuns.
-No bajes la guardia durante el combate ¿De acuerdo?- advirtió Neth.
-¡No te atrevas a darme lecciones asesino!- El Hombre intentó conectar un golpe vertical desde arriba, pero los puños de aquel azulón eran rápidos de verdad. Intentó realizar una defensa circular para frenar la serie de puñetazos que se le venía encima, pero la mayoría pudo entrar en contacto con su cuerpo. Seguidamente golpeó dos veces de manera horizontal a la altura de las piernas para obligar a su adversario a saltar, dejándolo vulnerable en el aire ante un gran golpe de bô, pero Neth pudo contraatacar durante el salto bloqueando el bô con la pierna izquierda y lanzándose en un potente derechazo que tumbó a El Hombre. Este no tardó en levantarse, y mantuvo una guardia fuerte haciendo girar el bô de manera que cubría toda su parte derecha del cuerpo. Neth apretó sus dedos y acarició sus puños americanos, del color del marfil. Su poder residía ahí. El Hombre se lanzó en un baile de combos leves que le permitían golpear los puños americanos a la vez que estos no le golpeaban a él. Pretendía debilitar sus dedos mientras bloqueaba los ataques enemigos. Esta secuencia de movimientos duró aproximadamente un minuto, hasta que Neth desvió un golpe que encajó en el estómago del “Pantera”. Este apoyó una rodilla en el suelo mientras escupía la sangre que brotaba por su garganta a causa del golpe. Se sujetaba al bô para evitar caer, aunque le costaba aguantarse después de semejante golpe.
-¿Quién eres? Deberías ser por lo menos un rango 3 en tu mafia para poder hacerme esto-. Les había subestimado. Estaban completamente dispuestos a llevar la matanza a cabo, declarando la guerra.
-Soy un portador del mensajero principal, nada más-. El Hombre se quedó sorprendido durante un instante. Este no era un combate parecido a los que había librado normalmente, rara vez se enfrentaba a verdaderas piezas. La verdad es que la fama inflaba un poco sus méritos, pero no su orgullo. Dependía de él evitar otra crisis, por lo menos territorial, aunque lo más seguro es que tal crisis adquiriera carácter mundial en poco tiempo si no se lograba parar este combate. El Hombre se puso de pie listo para continuar la batalla.
-¡Vamos!- gritó.
Diversos combos de golpes se sucedieron en el espacio sin bajar la intensidad, aunque se notaba que El Hombre había recibido más daño.
- Creo que es hora de acabar con esta trifulca, trajeado.- Nethuns se alejó unos metros obligando a pausar el combate. Lentamente y con una sonrisa, empezó a sacar un objeto de su bolsillo trasero. Era una botella pequeña de agua. El Hombre abrió los ojos en señal de sorpresa. ¿Qué peligro podía tener una simple botella de agua? Pero en este mundo nunca se sabía. Neth quitó el tapón y comenzó a derramar el líquido mientras balanceaba el envase. Aquello era increíble, el agua se había quedado suspendida en el aire formando un círculo amorfo mientras su controlador meneaba los dedos, habiendo lanzado la botella ya.
-¿Te sorprende mi poder?- preguntó con una sonrisa en los labios - ¡Adelante!-.
Inmediatamente, una pequeña burbuja de agua se separó del tumulto a una velocidad increíble y se pegó en la cara de El Hombre, quedando su nariz y su boca completamente tapadas, impidiendo que el aire entrara en sus pulmones. Ante este momentáneo desconcierto, Nethuns se abalanzó sobre el “Pantera” y le quitó el bô con un hábil gancho de derecha. Ahora estaba indefenso. Todo parecía perdido frente al puño alzado de su contrincante, y estaba empezando a quedarse sin aire.
De repente, oyó un grito en la lejanía. No podía ser, aquella voz procedía de Dragón.
- Toma. Yo me largo-. El joven había arrancado media valla del campo de entrenamiento y se la había lanzado a El Hombre. Al momento su efímero ayudante se esfumó, dejando únicamente un recuerdo de su paso. Neth estaba a punto de conectar el golpe, sus compañeros yacían a unos metros de él, sin intención de levantarse, el gordo mensajero se impacientaba por cantar victoria, y al único portador que le caía tal peso no parecía importarle nada. La valla se acercaba lentamente por el aire, a unos segundos de su mano derecha. Él también tendría que mostrar su poder.
En el mismo instante en que el metal rozó la yema de sus dedos, comenzó a transformarse a gran velocidad, olvidando su antigua forma y convirtiéndose en un nuevo y largo bô de combate. El Hombre golpeó con tal fuerza que hizo retroceder a su oponente, dándole una milésima de segundo para pensar como quitarse esa burbuja, y al deducir que no podía, elaboró otro plan. Calculó que solo le quedaban unos quince segundos de aire, debido al esfuerzo de la lucha, así que tenía que aplicarlo rápido. Esperó a que Neth se acercara para golpear nuevamente y en ese instante, utilizando toda su maestría, rodó por la espalda de su adversario para esquivarle y tomar impulso al mismo tiempo, lo que le iba a permitir golpearle por la espalda para hacerle retroceder lo suficiente. Lo suficiente para poder obtener un poco de metal del bô y crear una pajita para metérsela en la boca y poder respirar, antes de que Neth atacara nuevamente, y así lo hizo, preparado para continuar con la lucha.
-Me parece que ya no necesitaras esto- dijo Neth con un leve giro de muñeca, liberando a El Hombre de la burbuja de agua-. Veo que tienes un extraño poder con el metal, aunque no parece muy poderoso-.
El Hombre estaba exhausto. Había estado a punto de morir ahogado por una burbuja. Si era verdad que él era un Purasangre y su oponente un simple mensajero no podía permitir caer ante él, dejando la mecha de una posible guerra encendida. El Hombre respiró hondo, y empezó a sentir que su sangre hervía ante los insultos que no paraba de recibir su mafia por parte de esos malnacidos. Su poder le había permitido llegar hasta lo más alto de los “Pantera”, y ahora un cualquiera no iba a cuestionarlo. La incertidumbre y la ira, e incluso la preocupación le habían hecho perder habilidad en el combate, pero ahora volvía a tener sus ojos puestos en la victoria.
-Silencio- pronunció tajante.
-Te dije que no bajaras la guardia- la burbuja de agua seguía flotando en el aire- Lluvia Metralla.- El agua se descompuso en diminutas gotas que surcaron el aire a alta velocidad, dando la impresión de que estaban usando una metralleta contra él.
El Hombre había decidido no perder. Se lanzó hacia Neth con decisión empuñando el bô, y realizó un movimiento con él de derecha a izquierda desconcertando a su enemigo ya que a esa distancia no podría golpearle sin recibir la Lluvia Metralla, pero El Hombre transformó el metal en el último segundo e hizo que adquiriera la forma de un abanico, con lo que fue capaz de apartar el ataque de agua de un plumazo sorprendiendo a todos. Si había analizado bien a Nethuns calculó que la defensa que iba a hacer contra un ataque horizontal de su abanico sería un simple puñetazo. El impulso del arma de metal provocó un fuerte choque contra los puños americanos de la mano derecha de Neth. Y en ese momento el “Pantera” sonrió. La cara de extrañado de Neth no sirvió contra la nueva transformación del metal de El Hombre que se cerró en el brazo del mensajero. Era un cepo para osos.
-Aaaaaaaaarrrrrrrrrrrggggghhh- el chillido fue tremendo y Neth se tambaleó.
-Exactamente mi poder es moldear el metal para darle cualquier forma en cualquier momento- el polvo que se había levantado durante el combate empezó a asentarse- y como sospechaba…- El Hombre tuvo que interrumpir la frase debido a que su oponente le iba a conectar un golpe con la izquierda. Sacó el último trozo de metal que se había quedado y lo interceptó con él. –Tu poder reside en tus manos-. Transformó el tubo en una hoz y movió la muñeca hacia el suelo clavándole el utensilio en el dorso de la mano.
Neth cayó al suelo horrorizado, había perdido.
-No utilizas los puños americanos para atacar, sino para proteger tus manos, con las que controlas el agua. No te mataré, pero no vuelvas a menospreciar a un Purasangre-.
Y golpeó su cara con el puño derecho, canalizando toda la rabia que había acumulado. Lo mandó al otro lado del campo, al lado justo del único portador en pie. Había tenido que dejar al gordo en el suelo y eso le había provocado demasiado. El Hombre pronto desfallecería.
-Ahora. Te toca enfrentarte a mí-.

miércoles, 20 de enero de 2010

Capítulo 2. Ofensa.


Era ya de noche, y el cielo estaba iluminado por un gran mar de estrellas. Pero en el campo de entrenamiento de los “Pantera” aún permanecían cinco personas practicando. Era un solar cuadrado y enorme rodeado de una alta valla, aunque su puerta siempre se encontraba abierta. Nadie se atrevería a entrar sin permiso en ese territorio. A la derecha dos hombres practicaban en el campo de tiro, y entre ellos y un espadachín haciendo kata con su espada de madera, estaba El Hombre enseñando algunas técnicas a su aprendiz. Todo transcurría con normalidad. Se acercaron a la valla después de varios combos de golpes y surgió una silueta sentada en ella.
-Veo que aún sigues siendo el buenazo de siempre- dijo el joven sentado.
El Hombre se le quedó mirando. Ese chico siempre merodeaba por allí.
-Dragón. Tu ya no eres bienvenido en este lugar, ¿Por qué te empeñas en venir todas las semanas?-
-Merezco ir donde me dé la gana.- El ambiente era denso.
-Desde aquello tu presencia en la organización de los “Pantera” no hace más que molestar. Aún no he reportado tus nocturnas visitas al campo al jefe, pero si sigues desobedeciendo no dudaré en hacerlo.- zanjó amenazante.
De repente el suelo empezó a temblar y todos se quedaron sorprendidos. Parecían pasos de gigante. Desde allí se veía la puerta del campo de entrenamiento, donde empezaba a despejarse la neblina dejando ver una especie de sombra amorfa. Los dos tiradores se quitaron los auriculares y Gin, el espadachín de madera, clavó sus ojos en esa dirección.
-¿Qué es aquello que se acerca, maestro?-dijo el aprendiz de El Hombre.
Por la puerta estaba entrando un anda llevada por cuatro hombres, y encima de ésta, se aposentaba un gordo comiendo un trozo de carne. Dentro ya del campo, se pararon frente a los “Pantera”.
-¿Pero quién se atreve a cruzar dentro del campo? ¿Quiénes sois vosotros?-gritó El Hombre.
Las caras de los portadores se mantenían sombrías ante cualquier palabra.
-Yo soy un simple emisario- contestó el gordo, masticando la carne.
Los miembros de los “Pantera” estaban perplejos ante tal provocación.
-¿No sabes que entrar aquí sin permiso es una propuesta de guerra entre mafias? ¿¡No querrás que los “Pantera” empiecen una guerra contra la tuya!? ¿A cuál perteneces?- El Hombre estaba preocupadísimo. Esta amenaza suponía una guerra clara y abierta, ¿en qué estaría pensando ese gordo?, no alcanzaba a imaginar la magnitud de tal acto, aunque solo fuera un emisario con un mensaje, la regla estaba clara.
El emisario empezó a reír.
-Juajuajua. El que no lo entiendes eres tú. No te importan las razones, solo que no podrás avisar a nadie, ¡por que mi misión es mataros a todos vosotros!-
La única razón que le venía a la cabeza era empezar una guerra intencionada, pero eso no tenía sentido. No de una manera tan precipitada, no en este tiempo de paz entre mafias.
-¡Matadles hermanos Pindell!-
Uno de los portadores traseros pasó delante sin soltar el anda y los dos delanteros la soltaron para obedecer la orden de su señor.
Los dos individuos iban vestidos de traje blanco y eran altos y delgados. Se pusieron tranquilamente frente a los “Pantera” y uno de ellos sacó un cigarrillo. Inmediatamente después su hermano se lo encendió con un mechero que sacó de la manga. Este primero inspiró el humo fuertemente y mientras lo hacía, el del mechero dijo tranquilo:
-Venga. Smoke wall.-
El tipo del cigarro expiró todo el humo que había tragado y creó un línea de humo que separó a los enemigos de los “Pantera”.
-Cuidado chicos, esto es una batalla real, nos han declarado la guerra con este acto, luego haremos las aclaraciones pertinentes y tomaremos las medidas necesarias frente al jefe, pero ahora, toca sobrevivir. No sabemos cuál es el poder del enemigo, así que hay que andar con mucho ojo.-
Cuando acabó la explicación de El Hombre una bala le quitó la pistola a uno de los dos “Pantera” y otra impactó en el hombro del otro mientras las siluetas de los hermanos Pindell salieron del humo, pero cada una en una dirección diferente. Uno hacia los malheridos tiradores, y otro hacia Gin.
El Pindell que amenazaba a los tiradores llegó a su posición con un salto y al aterrizar expiró otra bocanada de humo, cubriéndolos a los tres. Pero Gin tenía su propio contrincante, éste comenzó a intentar golpear al espadachín con los puños, encontrándose con una rápida defensa. Gin reaccionó con una serie de movimientos horizontales que hicieron retroceder al enemigo.
-Veo que eres bueno con la espada. Prepárate-.
-Maestro, tenemos que ayudarles-.
-Tranquilízate. Gin sabe cuidarse solo- el combate continuaba y la nube de humo que cubría a los tiradores seguía intacta- obsérvale y verás porqué lo digo.-
-Pero maestro, él solo es un raso de nivel 9, no puede hacer nada solo con una espada de madera. Si al menos tuviera una con filo-.
-Gin no utiliza una espada con filo por una simple razón-.
En ese momento Gin conectaba un fuerte golpe en el brazo derecho del Pindell. El Hombre se quedó mirando a su aprendiz.
-¿Aún no lo entiendes?-.
-La verdad es que no maestro-.
-Gin tiene un fuerte sentido de la honradez. Y piensa que privar a su enemigo de algún miembro de su cuerpo con una espada afilada es injusto y le da desventaja al contrincante, quitándole la igualdad al combate. Por eso usa siempre una espada de madera-.
El Pindell que se enfrentaba a Gin creó una burbuja de humo como su hermano, pero el espadachín la disipó enseguida que fue cubierto por ella con una estocada horizontal, quedándose el enfrentamiento en calma momentánea.
-Maestro, debo ir a ayudar a los otros-.
-¡No, es demasiado peligroso, no sabes lo que está pasando dentro de esa nube!-.
Pero era demasiado tarde, su aprendiz se había metido de lleno en el ataque del enemigo usando la extrema velocidad que le había enseñado El Hombre.
-Veo que te he subestimado-. Dijo Pindell mientras sacaba una pistola del bolsillo- pero hasta aquí hemos llegado-. Y apretó el gatillo dos veces sin miramientos.
-¡Así quebrantas las reglas de un combate justo!- gritó Gin.
No le alcanzó ninguna.
-E…E…Es im…posible. No puedo haber fallado desde esta distancia…-balbuceó el contrincante, extrañado.
-Es que no has fallado. La verdad es que me has subestimado verdaderamente-.
Entonces Pindell lo entendió.
-¿¡Ha…has desviado los dos disparos solo con tu espada de madera!?-
-Alguien que no respeta las reglas de un combate justo no se merece explicaciones sobre mi técnica-.
En ese momento Gin le propinó un toque en el estómago a la velocidad del rayo, mandando a Pindell dentro de la nube de humo de su hermano.
Dragón no se había movido de su posición, y desde allí veía como Gin y El Hombre se enfrentaban al extraño grupo de mensajeros. Un muro de humo separaba el campo en dos, con el gordo comiendo en una parte y sus antiguos compañeros en la otra. Cuando volvió a mirar, Gin había mandado a su enemigo dentro de la nube de humo que tapaba el combate de los dos tiradores y del aprendiz.
-¡Gin, ellos siguen ahí dentro!-.
Segundos después, la burbuja se disipó y la imagen que salió de ella provocó que se le parara el corazón a los “Pantera”. En el suelo estaban extendidos los cuerpos inertes de los tiradores y uno de los dos Pindell estaba sentado sobre uno, dolorido. El otro hermano sostenía al aprendiz por el cuello.
-Eso ha sido muy fuerte-contestó el que se había enfrentado a Gin.
Los dos “Pantera” que quedaban en pie no daban crédito a sus ojos. El Hombre se había paralizado ante la visión, pero Gin había empezado a apretar los dientes y el mango de su espada. El Hombre pensó que esta situación se le había escapado de las manos en los pocos segundos en los que había durado la confrontación, hacía exactamente dos minutos todo estaba tranquilo. Ahora podría venírseles encima una guerra de tremendas dimensiones si no hacía algo. La piel de Gin estaba poniéndose cada vez más roja de rabia, pero El Hombre no cayó en su enfado hasta que fue demasiado tarde. ¿A qué mafia pertenecerían?
Que Gin se enfadara no le convenía, y menos justamente ahora.
-Ninguno de vosotros dos se merece que le respete igualando el combate después de traicionar de esta manera una lucha de iguales. Y la muerte de esos tres buenos hombres es la firma que habéis puesto en vuestro testamento-.
Mierda. No, no, no…pensó El Hombre. Si mataban a alguno significaba que aceptaban la declaración de guerra, y eso sí que sería el broche de la hecatombe.
Gin empuñó la espada hacia delante y flexionó sus rodillas mirando fijamente a los hermanos asesinos. El gordo no se estaba enterando de nada, acostumbrado a ver su misión cumplida cuando se disipaba el Smoke wall.
Inmediatamente, Gin se lanzó con una explosión de sonido hacia sus adversarios, dejándoles en el rostro una expresión de perplejidad. Al llegar allí golpeó al Pindell que sostenía al aprendiz, muy malherido, destrozando su defensa con una diagonal de su espada.
Lo mató de un golpe.
Antes de que el tiempo volviera a correr, golpeó al segundo hermano, que se había levantado ante el ataque. De nada le sirvió la bocanada de humo que intentó dar, porque obtuvo el mismo trato que su hermano.
El Smoke wall se disipó ante la muerte de sus creadores, y lo que vio el gordo no le gustó nada.
Dragón y El Hombre se quedaron petrificados.
Gin sostenía la espada con una mano y respiraba fuertemente. Intentando tranquilizarse.
El Hombre sabía lo que iba a pasar por culpa de que Gin se enfadara.
El ambiente estaba completamente en tensión, y entonces, el espadachín, se durmió.

miércoles, 13 de enero de 2010

Mafia. La búsqueda de Mark Shock.

Capítulo 1. Llegada

Entró en el local lentamente mientras observaba con atención a la muchedumbre. Un grupo de unas veinte personas se habían juntado, rodeando el centro de la estancia cuadrada. Todos estaban sentados en círculo mirando hacia abajo, y la multitud que se encontraba de pie, mantenía una firme atención en coger algún asiento vacío, para poder jugar también a los dados. Era un local clandestino de juego; pequeño, pero rentable, donde habían ido a jugar los más atrevidos. El Hombre se acercó al círculo y se mantuvo de pie tras un espectador.
- No puede ser cierto…- dijo. Y se fue a otro lado del círculo.
-¿Quién los ha llamado?...- El Hombre intentaba poner nerviosos a los presentes.
-Dicen que ya están llegando…- Estas frases se escurrieron entre todos los oídos, distorsionadas debido a la creciente preocupación, e hicieron que la gente que estaba allí empezara a salir por la puerta lentamente, hasta que empezó a escucharse un poco más de estruendo. El Hombre se sentó en una silla de las que quedaban vacías mientras observaba por encima de su hombro como se iba vaciando el local, cada vez más rápido, y el ruido de fuera crecía. Allí sentados quedaban siete hombres mirándolo, y de pie a la izquierda, fuera del círculo, un señor bajito con bigote.
-¿Quién eres?- preguntó uno de los siete.
-Solo una cosa...-dijo cabizbajo.
-Solo se os pidió que hicierais una cosa este mes…-
El Hombre miró las caras de los presentes, preocupadas. Giró el cuello para observar al bigotudo.
-Tu debes ser el jefe. No muy listo, la verdad. Creíste que si eras el único que abría ganarías más dinero…no, no, no…-susurró meneando la cabeza de lado a lado. Los siete sentados no se movían.
-¿Qué quieres?-se atrevió a decir uno de ellos al fin.
El Hombre señaló con el pulgar hacia su espalda, risueño.
-Que estos tres hombres dejen de apuntarme- Era increíble que se hubiera percatado de su presencia. El jefe, sudoroso, hizo un movimiento con la cabeza. Pero este movimiento no señalaba que obedecieran, sino que dispararan. Al instante los tres cayeron muertos al suelo con una bala cada uno en la sien. El Hombre seguía señalando con el pulgar, y miró al jefe.
-¿Porqué desobedeces? Nosotros le damos a tu organización el apoyo necesario siempre que nos lo pide, como un favor para con el prójimo. Somos los “Pantera” y controlamos los negocios de este país desde la división territorial del año cero, todo aquel que nos desobedece dentro de nuestra frontera tiene problemas, al igual que todo aquel sumiso recibe ventajas. ¿Por qué habéis escogido ser de los primeros?
-Déjanos en paz- dijo un inconsciente, levantándose de su silla.
El Hombre zarandeó su brazo derecho hacia delante y sacó un pequeño tubo de hierro de su manga.
-Con este tubo de hierro, podría mataros a todos.-susurró tranquilamente.
-¡No me fastidies!-gritó otro secuaz. El Hombre apuntó con el tubo a la rodilla de éste, donde segundos más tarde apareció una bala incrustada.
-Este será el trato; vosotros prometéis que no volveréis a desobedecer a los “Pantera” y yo no os mataré, ¿de acuerdo?- y dicho esto se levantó. Los otros hombres junto con el jefe cayeron de rodillas al intentar seguirle, todos con una bala en la rodilla, mientras El Hombre sujetaba el tubo de hierro, y después de despedirse cordialmente de ellos, salió a la calle, donde le esperaba un joven trajeado apoyado en un lujoso BMW.
-Es increíble que nos hayan mandado esta bazofia de trabajo a nosotros-dijo el joven.
-Cállate Craig, y no te quejes tanto. Anda sube al coche.-
Pero cuando la pareja estaba a punto de sentarse en el vehículo, El Hombre se quedó quieto mirando a Craig, con cara de pensativo.
-Venga, suéltalos- dijo arrastrando las palabras.
-¿Qué? ¿Que suelte a quién?- contestó el joven evitando el tema.
-Ya- dijo tajante su compañero.
-Oh, vamos Hombre, nunca me dejas…-
-Craaaaig…- empezaba a impacientarse.
-Vaaaaale, vale-
Entonces, del bolsillo interior de la chaqueta, Craig sacó un pequeño frasco de colonia rosa y apretó el purificador, dejando salir un denso humo rosado del recipiente. Cuando el humo se disipó, aparecieron una docena de hombres que estaban en el local antes, y empezaron a correr despavoridos.

***

En una estrecha calle peatonal que desembocaba en una gran plaza rodeada de edificios importantes, se encontraba un chico caminando con paso decidido, pero despreocupado. Sus vaqueros negros rozaban entre ellos dando al ambiente un tono musical continuo, y su camisa blanca daba paso al chaleco hawaiano azul. Iba silbando.
Desde los callejones, como suspiros inesperados, empezaron a surgir sombras que poco a poco rodearon al chico, que siguió caminando hasta que se le plantó delante uno de los tíos más altos que había visto nunca. Entonces se paró y levantó el cuello para verle la cara.
-Ostras, pues si que eres tu alto- le dijo sorprendido.
Todos los maleantes que le rodeaban acariciaban una sonrisa de satisfacción.
-¿Es que no sabes que no puedes cruzar este barrio sin nuestra autorización?-dijo cruzando los brazos.- ¿Buscas problemas?-
-Solo quería pasar por aquí para llegar antes a mi destino, no sabía que tuviera que pagar... ¡OSTRAS! ¡COMO MOLA TÚ PENDIENTE! ¿Es un trozo de marfil?-dijo apuntándole con el dedo.
Al cabecilla se le estaba empezando a acabar la paciencia.
-Ingenuo. Es un hueso humano. Nosotros, la banda del tornillo no nos andamos con minucias. O pagas o mueres, no nos importa que quieras, no nos importa de dónde vengas ni quien seas. El gran jefe nos ha encomendado esta misión con confianza, y así lo haremos.- El chico no se había movido del sitio, y su cara tampoco sufrió cambio alguno. – ¡Chicos a por él!-
Cuando se le abalanzaron todos de golpe armados con bates y palos, el chico levanto las manos.
-¡COSQUILLAAAAAAAAAAAS!- Empezaron a salir rayos azules de su cuerpo que electrocutaron a toda la banda del tornillo, dejándolos fritos.
El jefe se había quedado de piedra con la boca abierta, y cuando el chico le miró, éste se cayó de culo y retrocedió unos metros a gatas con los ojos llorosos.
-No eres más que un gallina-dijo acercándose. -¿Puedo pasar gratis por esta vez, por favor?-
-AAAaaaahhhh, claro, claro, tranquilamente.-le temblaba todo.
El chico le cogió de la camisa y se lo acercó a la cara. Se quedaron mirando fríamente.
-La verdad es que me he perdido. Me llamo Mark Shock, y estoy buscando a los “Pantera”. ¿ Podrías decirme dónde encontrarles?
El jefe de la banda se quedó perplejo y contestó lo mejor que pudo.
-L-L-L-Los “Pantera” son los miembros de la mafia que controla este país, son muy respetados en esta su ciudad. Hace nada pillaron a un local clandestino que les había desobedecido y mataron a tres personas mínimo. Algunos dicen que sin armas, otros afirman haber sido encerrados por el genio de la lámpara, son bestias. ¿Porque quieres encontrarles?-
-Jejejeje. Porque quiero unirme a ellos.-
-En ese caso significa que quieres morir pronto. Tu truquito del calambre no funcionará. Pero si es lo que quieres te diré que tienen un campo de entrenamiento público en las afueras, como espectáculo más que nada, para intimidar. Puede que allí encuentres algo.- dijo.
Mark lo dejó en el suelo y se fue hacia delante para buscar a los “Pantera”, cuando, sin darse la vuelta, levantó la mano y gritó: ¡Gracias viejo!
Al fondo se oyó: ¡No soy ningún viejoooo!
Jejejejejejeje rió Mark.